miércoles, 23 de noviembre de 2011

LA ESCUELA COMO SOCIEDAD DE LECTURA por GRACIELA MONTES

LA GRAN OCASIÓN: LA ESCUELA COMO SOCIEDAD DE LECTURA por GRACIELA MONTES
LA GRAN OCASIÓN, LA ESCUELA COMO SOCIEDAD DE LECTURA
GRACIELA MONTES
PLAN NACIONAL DE LECTURA
VALE LA PENA
Leer vale la pena... Convertirse en lector vale la pena... Lectura a lectura, el lector – todo lector,
cualquiera sea su edad, su condición, su circunstancia…– se va volviendo más astuto en la búsqueda de
indicios, más libre en pensamiento, más ágil en puntos de vista, más ancho en horizontes, dueño de un
universo de significaciones más rico, más resistente y de tramas más sutiles. Lectura a lectura, el lector
va construyendo su lugar en el mundo.
Lo que sigue es una reflexión acerca de esta lectura que vale la pena. Es también una propuesta: que la
escuela se asuma como la gran ocasión para que todos los que vivimos en este país –cualquiera sea
nuestra edad, nuestra condición, nuestra circunstancia…– lleguemos a ser lectores plenos, poderosos.
La lectura no es algo de lo que la escuela pueda desentenderse.
BUSCADORES DE SENTIDO
Leer es algo más que descifrar, aunque toda lectura suponga un desciframiento. Leer es construir
sentido. No sólo se “lee” lo que está cifrado en letras. Se “lee” una imagen, la ciudad que se recorre, el
rostro que se escudriña...Se buscan indicios, pistas, y se construye sentido, se arman pequeños cosmos
de significación en los que uno, como lector, queda implicado.
Mucho antes de disponer del lenguaje, un bebé “lee” el mundo que lo rodea, busca señales, anticipa
acontecimientos según esas señales, registra lazos de significación entre un tono de voz, un rumor de
fondo, un ruido de pasos por el pasillo y la desazón, o el consuelo. El movimiento de una cortina, cierta
luminosidad, el contacto con la colcha de la cama algo “le dicen”. No se trata de un significado que está
allí de antemano, no es cierto que ese movimiento de la cortina, esa luminosidad o ese contacto con la
colcha estén preparados para decirle lo mismo a cualquier otro bebé. El ha construido la significación, es
resultado de su trabajo.
Sin embargo, está claro que esa “lectura” mínima de quien todavía no dispone del lenguaje resultará
invisible. No queda registro de ella en ninguna parte. Sólo, tal vez, en situaciones excepcionales, alguien
muy cercano y lo bastante intuitivo podrá acaso –leyendo a su vez pequeñas señales– tener algún atisbo
de ella. Muchas de nuestras “lecturas” privadas, íntimas, siguen siendo de ese orden, invisibles, toda la
vida. El universo de significados que armamos al contemplar un paisaje, o un cuadro, al mirar las
escenas de una manifestación en el noticiero de la televisión o recoger los indicios del paso de un
extraño por una habitación muy conocida por lo general queda dentro de los límites de nuestra
conciencia.
Otras veces, en cambio, cuando contamos una película que hemos visto, por ejemplo, o cuando
relatamos un suceso, algo de lo que fuimos testigos, damos voz a nuestra “lectura”. Nuestro trabajo de
constructores de sentido se vuelve visible. Pensemos en un relato, por ejemplo. El relato que hacemos es
obra nuestra. No pretende incorporarlo todo, cada una de las sensaciones que registraron nuestro oído,
nuestro ojo o nuestro olfato en un primer, un segundo, un tercer plano de la atención, sino que elige,
arma, “dibuja”… Se escogen algunos pasajes, otros se omiten, se procede a un cierto montaje, se hace
hincapié en un detalle y no en otro, se adopta un punto de vista… El cosmos de significación que
construimos es personal, exactamente como le sucedía al bebé. Y nos incluye. Cada persona, desde que
nace, “lee” el mundo, infatigablemente busca sentidos.
Y, del mismo modo, si le dan la ocasión, también puede “escribir”, o “inscribir” en palabras, ese mundo
que ha leído. Puede contarlo. Analfabetos de significación no hay, somos todos constructores de sentido.
Y, si nos dan la palabra, todos podemos sentirnos, al menos por un rato, “el dueño del cuento”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario